Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz.
De este modo empieza el evangelio de este Tercer Domingo de Adviento.
Todos podemos ser testigos de la Luz, solo tenemos que tener la voluntad de abrir los ojos y el corazón para recibir la Luz que Juan nos anuncia que nos trae el Niño Dios, y no dejarnos deslumbrar por la luz artificial que la codicia nos ofrece, y que no nos deja ver a nuestro prójimo que necesita de la generosidad que la Luz nos impregna. Oremos para que todos podamos ver la Luz, de la Verdad.
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Oración
"Tú, que por nuestra maldad
tomastes forma servil
y baxo nombre;
¡Tú, que a tu divinidad
juntastes cosa tan vil
como el hombre;
Tú, que tan grandes tormentos
sufristes sin resistencia
en tu persona;
no por mis merescimientos,
mas por tu sola clemencia,
me perdona"
Jorge Manrique
imagen copiada de http://www.ongffi.org
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