En mi recuerdo busqué, y he recordado uno que en los Cuentos de Calleja leí y que decía algo así:
Había un pueblo, unos dicen llamado Valdepatatas, y otros Baldepatatas.
Los dos pueden ser ciertos, pues era un valle que daba muy buenas cosechas de patatas, tantas que a los peregrinos que pasaban por aquel lugar de balde les daban patatas.
En ese pueblo vivía un matrimonio algo anciano.
El marido se llamaba, Cleto pero en el pueblo lo conocían por “Tío Malasombra”, porque nada de lo que hacia le salía bien. Trabajó de zapatero, y ni un par de botas le salieron bien. Se hizo labrador y se perdió la cosecha. Y como pastor de ovejas, unas se perdieron y otras se murieron.
Un día que estaba al pie de una higuera, se lamentaba de su mala suerte y con voz triste decía: -¿Señor por que tengo que ser tan desdichado?
De una rama de la higuera, una hoja a forma de altavoz salió una voz que le dijo:
-¡Cleto! Las personas no nacen con un sino, ni bueno ni malo, lo que te ocurre, son pruebas para aquilatar tus merecimientos si con paciencia las soportas, y ten paciencia que el día que serás recompensado, no esta lejos.
-¿Quién eres tú que así me hablas?- preguntó Cleto.
Soy tu Santo, que desde el Cielo mira por ti.
Continuaron las desdichas, sembraba patatas y le salían alcachofas, plantaba viñas y le salían rábanos, sembraba trigo y le salía fresas, pero nada lo amedrentaba.
Su mujer se llamaba Sinforosa, era muy buena, pero tenía un genio muy vivo, y nunca podía estar callada, lo que le daba en más de una ocasión disgustos a su marido.
Para Cleto este temperamento de su mujer, también fue una prueba a su paciencia, al tener que estar rogándole a su mujer, que antes de hablar meditara un poco sus palabras. Mas ella no cejaba en su intemperancia como si se hubiera propuesto agotar con la paciencia de su marido.
Una noche de intenso frio estaban sentados alrededor del la lumbre, y Cleto le dijo a su mujer.
-Sinforosa , todo lo daría por bien empleado sí para la vejez me concediera mi Santo las tres cosas que cualquiera de nosotros le pidiéramos.
-¡Ya lo creo!- exclamo Sinforosa, - Pero ahí está San Cleto para concederte caprichos! Tenemos mala suerte por nuestra culpa, y nada nos saldrá bien.
Estaban en esta converasción cuando por la chimenea se oyó una voz que les decía:
-Pedid y si os conviene se os dará, pero solamente tres cosas.
-Pues yo- dijo la mujer- querría comerme una longaniza.
No había terminado de decirlo, cuando cayo de la chimenea un embutido de grana tamaño. Irritado el marido al ver en que cosa tan insignificante había malgastado una petición grito lleno de rabia.
-Ojalá se te clave esa longaniza en la punta de la nariz para que te acuerdes toda tu vida.
Y dicho y hecho, en la punta de la nariz de Sinforosa se clavo la longaniza, y por mas que lo intentaron de mil formas, no conseguían podérsela quitar. Sinforosa lloraba y gritaba, - Y ahora ¿que voy hacer con esta longaniza pegada a mi nariz?.
El marido le decía. - Mira pediremos ser muy ricos, y yo mandare te hagan una funda de oro para las narices.
-No quiero- le decía la mujer sollozando- prefiero ser más pobre que las ratas, a que la gente se ría de mi por llevar una longaniza pegada a la nariz
-Mujer no seas tonta, no desaprovechemos la ocasión que ya sabes que la pinta calva.
-¡Si pero no con una longaniza en la nariz no la he visto nunca pintada.
Sinforosa comenzó a llorar con tal desconsuelo, que el pobre marido lleno de pena, decidió antes de contrariar a su mujer, y haciendo un verdadero esfuerzo, se dirigió a la chimenea y dijo:
-Pues deseo que se le quite la longaniza de la nariz a mi mujer.
El embutido cayó pesadamente al suelo y Sinforosa se vio libre de tan horrible apéndice.
Estuvieron un buen tiempo los esposos callados mirándose el uno al otro llenos de pena por la ocasión que habían desperdiciado, por la imprudencia de ella y el genio de él.
Las lagrimas de Sinforosa, hicieron mella en Cleto, y este cogiéndole las manos le dijo – No llores mujer, pues gracias a ti al menos tenemos esta hermosa longaniza, que nos vamos a comer esta misma noche.
Y hasta aquí, mi nieto, es como yo recuerdo este cuento.
La leyenda dice que no es un cuento, que es una pequeña historia, y que aquella inmensa longaniza cuando la partieron para comérsela, estaba llena de monedas de oro, tantas que les dio para vivir hasta su muerte y aún quedó para repartir entre del pueblo, y gracias a ese dinero podían a los peregrinos que por allí pasaban, de balde patatas darles, de aquel valle que buenas patatas cosechaba. <>Y colorin colorado este cuento se acabado<>
1 comentario:
hombre ya subi la caricatura de rosa diez la que me solicitaste la puedes ver en, http://flora-y-fauna.blogspot.com/ gracias y buenas noches
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