En aquellos días, María se puso de camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
En cuanto Isabel escuchó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo, y dijo voz en grito: –¡Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. ¡Dichosa tú que has creído!, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá. Palabra del Señor.
En este Cuarto Domingo de Adviento, en el umbral de la Navidad, el Evangelio nos ofrece la escena entrañable del encuentro de María con su prima Isabel.
De la lectura, se desprende que hay comunicación entre la dos y la fe se muestra a raudales.
La fidelidad al proyecto de Dios, es una de la virtudes que mejor pone en claro el evangelista. Una fe sencilla y fuerte, que puede iluminar nuestra vidas, en una sociedad llena de soberbia y engreimiento. Maria e Isabel,representan;la dulzura y la sumisión al proyecto del Señor, es decir, todo lo contrario a la soberbia humana. Con la llegada del Jesús, el futuro de la humanidad es distinto.
Abramos nuestros corazones a la esperanza y a la entrega generosa a todo lo que significa el bien.
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