Pero en esta reseña, que a modo de “pregón” de esta semana de meditación de la Pasión del Salvador de todos los hombres, no puede reflejar abatimiento alguno por el recuerdo de ellos, muy al contrario, pues seguro que ya están allí disfrutando, junto con mis padres y mi hermana, de ese Reino que Jesús en la Cruz le prometió a todos los hombres de bien.
Quizás no sea novedoso ni único, si digo, como casi todas las personas de mi edad, que en estas fechas es cuando con mayor intensidad recuerdo los días de mi niñez y de mi juventud. Pero es imposible no rememorar aquellos momentos que mi madre ayudaba a mis hermanas a ponerse la mantilla, y a indicarles que iglesias tenían que visitar, es imposible no revivir el correr por las callejuelas por donde me llevaba mi padre en busca aquellos momentos de silencios inverosímiles al paso de las imagines llenas de religiosidad y arte que recorrían las calles de mi Granada, silencios rotos por el sonido de unos tambores que eran acallados, por el canto de una saeta.
No se si tiempos pasados fueron mejores, lo que sí sé es que tiempos pasados fueron diferentes, los días de aquellas Semana Santa, se vivían con religiosidad y austera alegría, pues siempre la vivíamos esperando el día del triunfo de la Vida sobre la muerte, era el Sábado de Gloria, y así el Domingo de Resurrección la vida volvía a la rutina, pero a una rutina diferente. Era cuando nos dábamos cuenta que teníamos un año más quizás fuera porque con cada paso de imágenes, saetas cornetas y tambores, nos llegaba el olor de una nueva primavera, y nos mirábamos y veíamos que era verdad teníamos un año mas que la pasada Semana Santa.
Mi oraciones fueron cambiando, las primeras que recuerdo era para pedir por aquellas personas, que mi madre me decía, poco a poco fui añadiendo a algunos amigos, e incluso también pedí por mi antes que por nadie, sí necesitaba aprobar los estudios. Y así, nos fuimos haciendo mayores, los silencios ya no eran tan silencios, la gente venia ávida d conocer la religiosidad de la Semana Santa de Granada, quizás cansada del bullicio de Sevilla y saciada del lujo de la de Málaga.
Si los silencios ya no eran tan silencios, ¿o quizás era yo que iba cambiando?, y atendía mas el bullicio del mundo que me rodeaba, que a la calma que en mí había. Fuera como fuere, fuimos relegando la religiosidad de la Semana Santa, abandonamos el espíritu a su suerte, en pos de lo tangible.
Semana Santa pasadas, ¡no fueron mejores ni distintas!, pues siempre será igual, si la queremos vivir con la austera alegría de la fe y esperanza de las palabras de Jesús:
“De verdad te digo hoy mismo estarás conmigo en el paraíso”.
imagen propia; Procesión del "Cristo de los Gitanos" Granada